Disney logra mantener encendida la luz del circuito, pero no consigue que vuelva a brillar con la misma intensidad.

Texto por:   @AvanzadaMx  | Fecha: 09/10/2025

Disney vuelve a conectar su universo más luminoso y electrónico con Tron: Ares, la tercera entrega de una franquicia que alguna vez fue sinónimo de riesgo y experimentación visual. Cuarenta años después del filme original de 1982 y quince desde Tron: Legacy, la nueva apuesta dirigida por Joachim Rønning (Pirates of the Caribbean: Dead Men Tell No Tales) intenta actualizar el mito, pero termina atrapada entre la nostalgia y un código narrativo que no termina de compilar.

 

 

La idea central tiene potencial: ¿qué pasaría si los programas digitales cruzaran al mundo real? Es una inversión del concepto inicial, un humano atrapado dentro de una computadora, y en papel suena a evolución natural para una era dominada por la inteligencia artificial. Sin embargo, en pantalla, ese salto fuera de la Grid termina sintiéndose más terrenal que trascendente. El mundo físico resulta, paradójicamente, menos interesante que el virtual.

 

EL NUEVO ORDEN DEL CÓDIGO

El argumento sigue a Eve Kim (Greta Lee), actual directora de Encom, quien compite con la corporación Dillinger Systems por desarrollar un sistema de IA revolucionario. Su rival, Julian Dillinger (Evan Peters), decide materializar un programa de seguridad Ares, interpretado por Jared Leto, y llevarlo al mundo real mediante tecnología de impresión 3D. El problema: sus creaciones solo sobreviven 29 minutos fuera del entorno digital. La búsqueda de la llamada “permanence code” se convierte en la clave que podría alterar la frontera entre lo orgánico y lo sintético.

 

Leto, con su aura mesiánica y su melena perfectamente peinada, encarna a Ares como un ser entre androide y gurú digital. Es visualmente impecable, como todo en Tron, pero su interpretación carece de la profundidad emocional necesaria para sostener el dilema central del filme. A su lado, Jodie Turner-Smith (Athena) y Greta Lee ofrecen más matices, aunque el guion no les da suficiente espacio para trascender la función de engranes dentro de una trama que, pese a hablar de conciencia artificial, rara vez muestra signos de vida.

 

DE DAFT PUNK A NINE INCH NAILS: EL PULSO CAMBIA

Uno de los mayores atractivos de Tron: Legacy fue su banda sonora de Daft Punk, que convirtió la película en un hito sonoro. En Tron: Ares, la tarea recae en Trent Reznor y Atticus Ross, bajo el alias de Nine Inch Nails. Su score es denso, industrial y oscuro, más cercano al sonido de The Social Network que al brillo futurista del dúo francés. Aunque en momentos logra potenciar la atmósfera, nunca alcanza la iconicidad ni el magnetismo de sus predecesores. Es una mejora técnica, sí, pero no emocional.

 

Un espectáculo visual sin la chispa de lo nuevo

Visualmente, Tron: Ares cumple su promesa: las secuencias de persecución con las light cycles, los vehículos emergiendo del código, y los combates entre programas siguen siendo hipnóticos. La estética en Imax 3D es impresionante, especialmente cuando la película vuelve, aunque brevemente, al universo digital. Sin embargo, fuera de ese entorno, el ritmo se diluye. Rønning dirige con precisión pero sin alma, más preocupado por rendir tributo al imaginario ochentero que por abrir nuevos caminos.

 

La aparición de Jeff Bridges en un cameo casi místico, envuelto en túnicas blancas, solo subraya esa obsesión con el pasado. En vez de expandir el legado de Kevin Flynn, lo reduce a un guiño. Y si algo necesita Tron para sobrevivir en 2025, es precisamente lo contrario: una actualización que no dependa del eco.

 

EL DILEMA DEL CÓDIGO

Hay destellos de inteligencia en la premisa: el guion coquetea con preguntas sobre la empatía de las máquinas, la naturaleza de la conciencia y la ética de crear vida digital. Pero esas ideas quedan enterradas bajo diálogos que parecen manuales de programación y una narrativa que prioriza la exposición sobre la emoción.

 

A diferencia del Tron de 1982 , ingenuo pero visionario o del Legacy de 2010, imperfecto pero estilizado, Ares parece diseñado más por algoritmo que por autor. Su brillo es técnico, no conceptual. En su intento por parecer profunda, termina siendo redundante.

 

CONCLUSIÓN: UN REBOOT QUE NO REINICIA DEL TODO

Tron: Ares no es un desastre, pero tampoco un renacimiento. Es una película que brilla en la superficie, que entiende la iconografía visual de su franquicia pero no su espíritu. Es entretenida en fragmentos, visualmente potente y musicalmente competente, pero carece del riesgo y la innovación que hicieron del Tron original un referente.

 

Disney logra mantener encendida la luz del circuito, pero no consigue que vuelva a brillar con la misma intensidad. Quizás la próxima actualización del sistema encuentre el código correcto para devolverle el alma al programa.