Más allá de la controversia, lo que hacía único a Taylor Hawkins era su capacidad para equilibrar la técnica y la emoción.

Texto por:   @AvanzadaMx  | Fecha: 30/07/2025

La muerte de Taylor Hawkins en 2022 sacudió los cimientos del rock. No solo porque fue el baterista de los Foo Fighters, una de las bandas más importantes del género en las últimas décadas, sino porque era, ante todo, un defensor incansable del espíritu auténtico del rock: visceral, enérgico y honesto. Con su partida, no solo se fue un músico extraordinario, sino una voz que no temía decir lo que pensaba.

 

 

El álbum que los Foo Fighters lanzaron tras su fallecimiento, But Here We Are (2023), fue una respuesta emocional y musical a esa pérdida. El disco se convirtió en un tributo tanto para Hawkins como para la madre de Dave Grohl, quien también falleció ese mismo año. Canciones como “Under You” están cargadas de duelo, pero también de una energía que, irónicamente, parece canalizar la misma esencia que Hawkins representaba. El álbum es una mezcla de dolor y celebración; una manera de honrar a los que se han ido sin dejar de hacer lo que mejor saben: rockear.

 

Y es que Taylor Hawkins no solo tocaba la batería con la fuerza de una tormenta, también tenía opiniones contundentes sobre el estado de la música. A diferencia de muchos músicos que optan por lo políticamente correcto, Hawkins nunca tuvo miedo de decir lo que pensaba, incluso si eso implicaba incomodar. Uno de sus blancos favoritos fue Limp Bizkit, banda icónica del nu metal que dominó finales de los 90 y principios de los 2000.

 

En una época en la que el britpop se apagaba y el auge del indie aún no despegaba, el nu metal se posicionó como la nueva promesa del rock. Pero para Hawkins, muchas de esas bandas –en particular Limp Bizkit– confundían energía con calidad musical. “Tal vez me habrían gustado cuando tenía 14 años, pero me gusta pensar que no”, dijo en una entrevista con su característico tono sarcástico. “¿Me gustan los tipos blancos brincando y rapeando? No, no me gustan. Muchas bandas tienen mucha energía, pero no tienen canciones. O simplemente son aburridas, como los Goo Goo Dolls o algo así. ¿Qué pasó? ¡Todas las bandas parecen boy bands ahora!”

 

Su crítica no era solo hacia un estilo, sino hacia una falta de autenticidad. Para Hawkins, el rock debía sentirse tanto como escucharse. No bastaba con saltar sobre el escenario: había que decir algo con la música, con las letras, con la actitud. Esa postura, directa y sin maquillaje, lo convirtió en un referente entre quienes creen que el rock todavía tiene cosas que decir, incluso en un mundo saturado de algoritmos y producciones prefabricadas.

 

Más allá de la controversia, lo que hacía único a Taylor Hawkins era su capacidad para equilibrar la técnica y la emoción. Era un baterista brillante, pero también un fan apasionado de la música. Y But Here We Are demuestra que ese amor sigue vivo. Es fácil imaginar que, de haberlo escuchado, Hawkins habría aprobado el álbum con una sonrisa y un golpe de platillo.

 

En un momento donde el futuro del rock parece cuestionarse constantemente, recordar a figuras como Taylor Hawkins es vital. No por nostalgia, sino por lo que representaban: la pasión por la música real, la autenticidad sin concesiones y la valentía de decir lo que muchos piensan pero pocos se atreven a expresar.