Depredador: Tierras Salvajes no es otra película de ciencia ficción de acción: es un relato sobre crecimiento, compañerismo y redefinición de lo que significa ser un héroe.

Texto por:   @AvanzadaMx  | Fecha: 06/11/2025

La franquicia Predator nunca ha tenido miedo de arriesgarse, y Depredador: Tierras Salvajes lo confirma con creces. Dirigida por Dan Trachtenberg, responsable del aclamado Prey, esta entrega eleva la saga a un nivel inesperado: por primera vez, el protagonista es un Predator. Y no uno cualquiera: Dek, un “runt” de su clan, se convierte en un héroe complejo que rompe los moldes de la serie.

 

 

Tras la decepción de varias películas posteriores al clásico de 1987, Trachtenberg ha sabido recuperar la esencia de la franquicia sin caer en la repetición. Con la colaboración de Elle Fanning interpretando a Thia, un androide inspirado en el universo Alien, la película nos lleva a Genna, también conocido como el “Planeta de la Muerte”. Allí, Dek deberá enfrentarse a criaturas imposibles, esquivar trampas naturales y corporativas, y demostrar que la verdadera fuerza no siempre se mide en tamaño o ferocidad.

 

Lo más sorprendente de Tierras Salvajes es cómo humaniza a lo no humano. La relación entre Dek y Thia es un giro ingenioso: ella, severamente mutilada pero ingeniosa y persistente; él, un guerrero que aprende a confiar y depender de otro ser. Juntos crean una dinámica que alterna la comedia con la tensión más intensa, mientras sortean desde plantas asesinas hasta monstruos gigantescos que recuerdan a los mejores momentos de Aliens.

 

La película también destaca por su mundo vivo y detallado. Genna no es solo un escenario: cada criatura, planta y fenómeno parece tener un propósito y un comportamiento propio. Trachtenberg, con un ojo naturalista influenciado por Terrence Malick y guiños a los westerns de Clint Eastwood y Sergio Leone, consigue que el planeta sea tan protagonista como los personajes. Incluso los depredadores más pequeños y los elementos del entorno se convierten en herramientas de supervivencia o amenaza, reforzando la sensación de inmersión total.

 

Visualmente, Depredador: Tierras Salvajes combina la espectacularidad con la claridad narrativa. Las escenas de acción son tensas y bien coreografiadas, y aunque algunas criaturas digitales pueden parecer forzadas, el diseño general mantiene al espectador al borde del asiento. La película no solo cumple con los fans de la saga al incluir armas y referencias icónicas, sino que también ofrece suficiente novedad para que se disfrute como historia independiente.

 

Por si fuera poco, Trachtenberg añade capas temáticas que raramente se exploraban en la franquicia: la empatía, la lealtad, el concepto de “alpha” y la redefinición de la fuerza. Dek, inicialmente considerado débil por su propio clan, demuestra que la verdadera grandeza no radica en la brutalidad sino en la inteligencia, la adaptabilidad y la colaboración. Thia, por su parte, cuestiona las nociones de familia y deber, y enseña que incluso un androide puede tener una moral y un corazón en el lugar correcto.

 

En resumen, Depredador: Tierras Salvajes no es solo otra película de ciencia ficción de acción: es un relato sobre crecimiento, compañerismo y redefinición de lo que significa ser un héroe. Trachtenberg toma los elementos clásicos de la saga y los combina con una sensibilidad moderna, creando una aventura memorable que se siente fresca, audaz y, sobre todo, humana, incluso cuando sus protagonistas no lo son.

 

Dek y Thia nos enseñan que, a veces, sobrevivir no se trata de matar al más fuerte, sino de aprender a confiar y trabajar en equipo. ¿Estamos listos para ver a un Predator enseñarnos sobre empatía y liderazgo?.