“No Me Sigas” no solo busca asustar: invita a reflexionar sobre nuestra relación con la pantalla, con los seguidores y con la propia exposición.

Texto por:   @AvanzadaMx  | Fecha: 29/10/2025

En pleno auge de la cultura digital, donde cada gesto puede ser grabado, transmitido y viralizado, “No Me Sigas” (2025) llega como un ejercicio de terror que reflexiona sobre la exposición y la obsesión por ser visto. Producida por Blumhouse, la primera producción hablada en español de la casa de terror estadounidense, y filmada en secreto en la Ciudad de México, la película ofrece una visión contemporánea del miedo, lejos de los clichés del género nacional.

 

 

Dirigida por Ximena y Eduardo Lecuona, la cinta sigue a Carla (interpretada con vulnerabilidad por Karla Coronado), una joven influencer que decide fingir rituales paranormales en un edificio abandonado para ganar seguidores. Lo que comienza como un truco digital se transforma rápidamente en una experiencia real de horror cuando una entidad maligna se manifiesta frente a ella y su audiencia, borrando la línea entre lo actuado y lo verdadero.

 

Lo interesante de No Me Sigas no está en los sustos fáciles, sino en cómo utiliza el lenguaje digital y visual para generar tensión. Cada plano parece un fragmento de streaming fuera de control, cada glitch, cada cambio de perspectiva y cada encuadre encontrado se sienten naturales dentro del espacio urbano que habita Carla. El found footage, combinado con la fotografía de Selene Berazueta, logra que la ciudad deje de ser un escenario neutro: los pasillos, las sombras y los ruidos de un departamento abandonado se vuelven elementos activos del terror.

 

El diseño de sonido de Mario Martínez Cobos complementa esta estrategia: no se trata solo de ruidos abruptos para provocar sobresaltos, sino de una atmósfera sonora que atraviesa la pantalla, haciendo sentir al espectador la presencia del mal como algo tangible. La música de Craig Davis Pinson refuerza la sensación de amenaza constante, subrayando la ansiedad de la protagonista y su desconexión progresiva con la realidad.

 

El guion, de Ximena Lecuona, es otro acierto: más que un relato de fantasmas, es una exploración de la obsesión por la viralidad y la pérdida de identidad en la era digital. Cada acción de Carla, cada gesto performativo frente a la cámara, refleja cómo las redes sociales pueden convertir la actuación en peligro real. La película hace un comentario silencioso pero poderoso: el contenido que creamos puede devorarnos si lo dejamos fuera de control.

 

En términos técnicos, la cinta es precisa y concisa: 82 minutos de duración que mantienen un ritmo constante, alternando momentos de tensión atmosférica con escenas de exposición digital donde el horror se percibe en los gestos, no solo en los sustos. Comparada con otras producciones de Blumhouse, No Me Sigas se aleja de los jump scares convencionales y apuesta por un terror psicológico y tecnológico, filtrado por la sensibilidad urbana mexicana.

 

Además, la película representa un hito industrial: una coproducción internacional que une la experiencia de Blumhouse con el talento de Maligno Gorehouse, Edge Films, Wild Sheep Content y Cinépolis, mostrando que el cine de terror latinoamericano puede dialogar con Hollywood sin perder su identidad.

 

“No Me Sigas” no solo busca asustar: invita a reflexionar sobre nuestra relación con la pantalla, con los seguidores y con la propia exposición. La advertencia es clara: lo que finges para entretener puede volverse real… y cuando eso ocurra, no habrá pausa ni corte

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