“Springsteen: Música de Ninguna Parte” no pretende engrandecer al Boss. Es la historia de un hombre que, en medio del ruido del éxito, eligió escuchar su propio silencio.
Texto por: @AvanzadaMx | Fecha: 23/10/2025
Los biopics musicales suelen caminar por una línea delgada: entre el homenaje y el cliché, entre la leyenda y la persona real. Pero “Springsteen: Música de Ninguna Parte”, dirigida por Scott Cooper y protagonizada por Jeremy Allen White, logra algo poco común: mostrar a Bruce Springsteen sin el pedestal, con sus dudas, su silencio y su lado más humano.
Basada en el libro de Warren Zanes, la cinta se centra en un periodo muy específico: los años 1981-1982, cuando Springsteen, después de la gira de The River, se aísla en una casa en Nueva Jersey para grabar lo que más tarde sería Nebraska, su álbum más íntimo y sombrío. Lejos de los estadios llenos y las luces del éxito, aquí encontramos a un artista que busca entenderse a sí mismo, revisitando su infancia marcada por la violencia de su padre (Stephen Graham) y luchando con una depresión que amenaza con consumirlo.
Cooper, recordado por Crazy Heart, apuesta por un tono contenido, más emocional que espectacular. Música de Ninguna Parte no intenta explicar el genio creativo de Springsteen, sino acompañarlo mientras intenta no perderse en su propio laberinto. Jeremy Allen White, conocido por su papel en The Bear, se adentra en el personaje con una sensibilidad inesperada: su mirada cansada, sus silencios y su necesidad de encontrar autenticidad lo convierten en un Bruce más humano que heroico.
El filme evita glorificarlo. En lugar de una serie de “grandes momentos”, muestra los pequeños: las grabaciones caseras con un TEAC de cuatro pistas, los paseos por la noche de Nueva Jersey, las conversaciones con Jon Landau (Jeremy Strong), su amigo y productor, que actúa más como consejero que como manager. También está Faye (Odessa Young), una madre soltera con la que Bruce intenta formar una conexión real, aunque su mente siempre regrese a la música.
Cooper equilibra la parte musical con la emocional. Escuchamos fragmentos de Nebraska, vemos nacer canciones como “Atlantic City” o “Born in the U.S.A.”, pero lo que realmente queda es la sensación de estar frente a alguien que busca, con la música, sobrevivir a sí mismo.
“Springsteen: Música de Ninguna Parte” no pretende engrandecer al Boss; lo humaniza. Es la historia de un hombre que, en medio del ruido del éxito, eligió escuchar su propio silencio.

