A nivel técnico, la película deslumbra con un diseño visual impresionante y una fotografía dorada que evoca grandeza y decadencia.

Texto por:   @AvanzadaMx  | Fecha: 25/10/2024

Hablar de *Megalopolis* es entrar en un laberinto de contradicciones, caos y una ambición tan desmedida que convierte a esta película en un espectáculo inclasificable. La última obra de Francis Ford Coppola ha generado opiniones polarizadas desde su preestreno, y no es para menos: el legendario director, quien hace décadas nos trajo joyas cinematográficas, ha regresado con un proyecto épico que desafía toda lógica y expectativas.

 

 

La trama de *Megalopolis* es tan monumental como confusa. En una visión moderna de Roma, la historia nos lleva a una ciudad al borde del colapso, con un elenco de personajes que incluye a aristócratas hedonistas, idealistas y corruptos que luchan por el control y el futuro de la urbe. Adam Driver interpreta a Caesar Catilina, un artista excéntrico que sueña con una utopía futurista, aunque sus ideales chocan con una narrativa enrevesada y, en ocasiones, incomprensible. A su lado, Aubrey Plaza y Shia LaBeouf destacan con actuaciones que abrazan lo absurdo y sacan provecho del caos reinante, mientras Giancarlo Esposito interpreta al alcalde corrupto Franklyn Cicero, añadiendo aún más tensión a esta trama que se debate entre la ambición y el desorden.

 

A nivel técnico, la película deslumbra con un diseño visual impresionante y una fotografía dorada que evoca grandeza y decadencia. Los trajes, obra de Milena Canonero, rinden homenaje a la estética romana en un entorno futurista, logrando una estética que invita a sumergirse en este universo distópico. Sin embargo, el contenido y la estructura narrativa dejan mucho que desear. *Megalopolis* avanza sin un rumbo claro, y lo que podría haber sido una obra maestra se convierte en un caos desorganizado que parece una serie de ideas sin cohesión. Coppola, fiel a su estilo visionario y rebelde, toma riesgos narrativos que desafían cualquier norma convencional del cine.

 

Para muchos críticos y espectadores, la verdadera magia de *Megalopolis* no está en su guion o en su historia, sino en la experiencia de verla en el cine, especialmente en una proyección como la que Coppola organizó en IMAX con una sesión de preguntas y respuestas en vivo con Robert DeNiro y Spike Lee. Este evento, casi tan surrealista como la película misma, sirvió de preámbulo perfecto para una proyección en la que el público reía y se asombraba en conjunto, creando una experiencia comunitaria que recordaba los grandes estrenos cinematográficos.

 

Es innegable que Coppola se atreve a experimentar y desafiar sus propias convenciones, y eso merece respeto. *Megalopolis* es una obra que divide, provoca, desconcierta, y, aunque es poco probable que se convierta en otro *Apocalypse Now*, el tiempo dirá si el público la reevaluará como un clásico de culto o la dejará en el olvido. A pesar de todas sus fallas, es un testamento del inquebrantable espíritu artístico de Coppola, quien, a sus 85 años, sigue explorando nuevos horizontes con valentía y sin temor al fracaso.