Gene Simmons lo explicó mejor que nadie: al igual que The Beatles, Kiss encontró en su imagen la libertad de experimentar con diferentes estilos.

Texto por: @AvanzadaMx | Fecha: 28/08/2025
Cuando piensas en Kiss, lo primero que viene a la mente son estadios repletos, explosiones de pirotecnia y rostros pintados de blanco y negro. Sin embargo, para Paul Stanley, la raíz de todo ese universo visual está en un lugar que pocos imaginarían: The Beatles.
No fue por la música en sí, ni por la actitud de la banda de Liverpool, sino por la unidad estética que proyectaban. En los años sesenta, el cuarteto británico, y otras agrupaciones de la época, transmitían la idea de pertenecer a un mismo frente gracias a sus trajes y cortes de cabello. Aunque los Beatles odiaban usar uniforme, esa identidad de conjunto inspiró a Kiss a crear su propio lenguaje visual: el maquillaje. Para Stanley, en los años setenta hacía falta recuperar esa iconicidad, y el rostro pintado se convirtió en la forma más efectiva de lograrlo.
DE LA ESTÉTICA AL SONIDO: LA LIBERTAD CREATIVA
Gene Simmons lo explicó mejor que nadie: al igual que The Beatles, Kiss encontró en su imagen la libertad de experimentar con diferentes estilos. “Su filosofía era: no importa qué tipo de música hagamos, sigue siendo The Beatles. Eso fue lo asombroso de ellos”, recordó Simmons. Y Kiss aplicó esa misma regla.
Un ejemplo claro es Dynasty (1979), un álbum que nació en medio de tensiones internas, con Peter Criss prácticamente fuera de la banda y cada miembro tirando hacia un rumbo distinto. El resultado fue un disco ecléctico, donde convivieron el rock, el funk y hasta la fiebre disco. Aun así, funcionó: su imagen cohesiva hacía que Kiss pudiera sostener una obra diversa sin perder identidad.
EL PODER DEL ESCENARIO
Más allá de los discos, Kiss construyó su leyenda en vivo. Su grito de guerra, “You wanted the best, you got the best!”, habría sonado presuntuoso en boca de cualquier otra banda. Pero con la avalancha de luces, explosiones y energía que entregaban, la frase se convertía en una promesa cumplida.
El impacto era tal que hasta gigantes como Black Sabbath se sentían intimidados. Geezer Butler confesó que, al tenerlos como teloneros, temían subir al escenario después de Kiss: “La gente se quedaba con la boca abierta al verlos. Nosotros parecíamos una banda ordinaria”.
ALIVE!: EL CONCIERTO ETERNO
El reto de muchos grupos de rock es capturar en un álbum la potencia de sus directos. Kiss lo consiguió con Alive! (1975), un disco que trasladó la experiencia del estadio a la sala de estar de millones de fans. Para Simmons, sigue siendo el mejor trabajo de la banda porque lograba cristalizar lo que los definía: la experiencia del vivo.
“Alive! era real, era Kiss en su mejor momento, pero también era la esencia de mediados de los setenta. La gente estaba cansada del discurso hippie y político; querían pasarla bien y rockear”, explicó Simmons.
KISS Y THE BEATLES: UN LEGADO INESPERADO
Al final, lo que une a Kiss con The Beatles no es el sonido, sino la filosofía de identidad y libertad. Si los de Liverpool demostraron que una banda podía reinventarse sin perder su esencia, Kiss lo llevó a un terreno explosivo y teatral, capaz de llenar estadios durante décadas.
El maquillaje, los trajes y los fuegos artificiales fueron mucho más que un truco visual: se convirtieron en la clave para que Kiss trascendiera generaciones y demostrara que, al igual que The Beatles, podían hacer de todo… y aún sonar a sí mismos.