Este fenómeno también afecta la relaciónque
tenemos con nuestros ídolos musicales.

Texto por:   @AvanzadaMx  | Fecha: 23/07/2025

En una era donde la inteligencia artificial redefine constantemente los límites del arte y la creatividad, una nueva y perturbadora tendencia sacude al mundo de la música: canciones generadas por IA que aparecen en los perfiles oficiales de artistas fallecidos, sin autorización alguna. El caso más reciente y alarmante es el del legendario cantautor de country Blaze Foley, asesinado en 1989, quien “estrenó” sorpresivamente un nuevo sencillo en Spotify más de tres décadas después de su muerte.

 

 

La canción, titulada Together, apareció en su perfil oficial como si se tratara de un lanzamiento póstumo. Pero el desconcierto no tardó en llegar. La voz no era la de Foley, el estilo no coincidía con su característico sonido y, por si fuera poco, la portada mostraba a un hombre genérico, claramente creado por inteligencia artificial, sin ningún parecido físico con el verdadero Blaze.

 

Craig McDonald, encargado de la distribución del catálogo de Foley a través del sello Lost Art Records, fue categórico: “Puedo decir claramente que esa canción no es de Blaze, ni siquiera se acerca a su estilo. Es un producto de una especie de ‘bot basura de IA’, por decirlo así”. Su indignación también apunta directamente a Spotify. “Es perjudicial para el legado de Foley que esto haya ocurrido. Spotify podría solucionar esto si tuviera la voluntad. Uno de sus ingenieros podría detener esta práctica fraudulenta con facilidad”.

 

EL LADO OSCURO DE LA IA EN LA MÚSICA

La canción fue rápidamente eliminada de la plataforma tras ser señalada por infringir la política de contenido engañoso de Spotify. Sin embargo, el incidente puso el foco en una problemática creciente. Según una investigación de 404 Media, el mismo modus operandi afectó a otros artistas. Syntax Error, una empresa detrás de varios temas generados por IA, también subió canciones falsas a los perfiles del fallecido Guy Clark, ganador del Grammy a Mejor Álbum Folk en 2014, y del músico Dan Berk, aún en vida.

 

Estas canciones comparten elementos visuales inquietantes: portadas con imágenes generadas por IA, rostros anónimos y sin vida, voces genéricas que simulan emoción pero carecen de alma. Según expertos de Reality Defender, una empresa especializada en detección de deepfakes, estas pistas presentaban “indicadores con una alta probabilidad de haber sido generadas por inteligencia artificial”.

 

¿DÓNDE ESTÁN LOS LÍMITES?

El uso de la IA en la música ha abierto nuevas posibilidades creativas. Pero también plantea preguntas éticas urgentes: ¿quién controla el legado artístico de los músicos fallecidos? ¿Hasta qué punto es lícito replicar sus voces o estilos sin consentimiento? ¿Y qué responsabilidad tienen las plataformas como Spotify al permitir estas publicaciones?

 

Aunque Spotify tomó medidas tras el escándalo, el hecho de que estas canciones hayan sido publicadas sin filtros ni revisiones abre una brecha de confianza entre los oyentes y el ecosistema digital. McDonald lo resume con contundencia: “Spotify debería tomar esa responsabilidad y hacer algo rápido”.

 

UN INTENTO DE RESISTENCIA

Mientras tanto, algunos servicios están intentando frenar esta avalancha de música artificial. La plataforma ROKK, especializada en rock y metal, implementó un sistema de revisión humana para identificar y eliminar contenido generado por IA. Los usuarios pueden reportar pistas sospechosas, y un equipo las evalúa individualmente. Aunque es un esfuerzo titánico, marca un camino posible para proteger la integridad artística en tiempos de algoritmos.

 

EL LEGADO NO SE PROGRAMA

Este fenómeno no solo afecta a las plataformas y sellos discográficos. Toca una fibra sensible en la relación que tenemos con los ídolos musicales, vivos o muertos. La autenticidad, esa cualidad intangible que conecta a un artista con su audiencia, no se puede sintetizar con código. Y cada canción falsamente atribuida a una figura desaparecida es, en el fondo, una forma de profanación digital.

 

En un mundo cada vez más automatizado, proteger el alma de la música es más urgente que nunca.