Cada vez que suena “esa canción”, no solo recordamos a Freddie, recordamos que mientras exista la música, nada muere del todo.

Texto por: @AvanzadaMx | Fecha: 29/06/2025
Hay títulos que parecen predestinados. Made in Heaven, el álbum final de Queen, no solo suena como una despedida envuelta en lirismo, sino que carga con un extraño aire profético. No importa en qué creas: ese nombre , Hecho en el Cielo, parece haber estado destinado a marcar no solo los últimos suspiros de Freddie Mercury, sino también el inicio de una nueva sensibilidad para la banda. Un cierre suave y melancólico, como sostener entre las manos algo hermoso que sabes que pronto desaparecerá.
Escuchar Queen, para muchos, es una experiencia profundamente emocional. Hay una nostalgia inevitable que emerge con temas como Love of My Life, o incluso con himnos colosales como We Are the Champions. No es solo porque esas canciones encapsulan épocas enteras, sino porque Freddie Mercury tenía esa capacidad casi mística de cantarte al alma. Cuando en Who Wants to Live Forever pregunta “What is this thing that builds our dreams yet slips away from us?”, el escalofrío no se hace esperar. Es como si te pusiera frente al espejo y te dijera: “Si mañana fuera tu último aliento, ¿viviste la vida que realmente querías?”
Esa intensidad emocional alcanza su punto más alto en Made in Heaven, quizás porque su creación fue tan distinta a cualquier otro disco de Queen. En sus últimos días, Mercury grabó voces con instrucciones para que sus compañeros las completaran más adelante. Era un proceso inusual, cargado de una sensación de urgencia, como si todos supieran que el tiempo era un lujo que ya no tenían. Pero en lugar de angustia, lo que surgió fue una atmósfera de gratitud. Gratitud por lo vivido, por lo compartido y, sobre todo, por la música.
Brian May lo dijo años después: “Made in Heaven fue posiblemente el mejor álbum que hicimos. Tiene tanta belleza. Fue un proceso largo, meticuloso. Un verdadero acto de amor”.
MOTHER LOVE: EL ÚLTIMO SUSURRO DE UN GENIO
Dentro del álbum, hay una pieza que destaca por encima de todas en cuanto a emotividad: Mother Love. Es la última canción que Mercury coescribió con May y también la última que grabó antes de dejar el estudio para siempre. Escucharla hoy resulta sobrecogedor. Su voz, aunque debilitada por la enfermedad, sigue vibrando con fuerza, y eso es algo que sus compañeros siempre reconocieron.
Roger Taylor, baterista de la banda, lo expresó así en el documental Days of Our Lives: “Estoy oyendo cómo su voz se debilita… pero aún así, alcanza todas las notas. Hay una nota absolutamente escalofriante en medio de Mother Love (‘out in the city, in the cold world outside…’) que es simplemente una interpretación magistral”.
Para May, Mother Love tiene una carga aún más pesada: fue la última vez que vio a Freddie en el estudio. Y sin embargo, lejos de ser un momento lúgubre, la canción encapsula la esencia de Mercury: un artista perfeccionista que, incluso al borde del abismo, seguía dejando el alma en cada toma. Puede que ya no estuviera en su apogeo físico, pero esa vulnerabilidad le daba otra dimensión a su arte. Una más humana, más sincera… y más poderosa.
UN LEGADO QUE NUNCA MUERE
Más que un simple álbum póstumo, Made in Heaven es una elegía luminosa. No es solo la despedida de una de las voces más icónicas del rock, sino un testamento sonoro de la fuerza creativa que definió a Queen. Un álbum que, como su nombre, parece haber bajado desde el cielo, no para decir adiós con tristeza, sino para recordarnos que hay belleza incluso en los finales.
Hoy, cada vez que suenan los acordes de A Winter’s Tale o Let Me Live, no solo recordamos a Freddie Mercury. Nos recordamos a nosotros mismos que, mientras haya música, hay eternidad.