Grohl lo dejó claro: miles pueden tocar la batería, pero nadie puede reemplazar el alma que era Taylor Hawkins. Él no solo marcaba el ritmo, hacía sentir la música.

Texto por: @AvanzadaMx | Fecha: 09/06/2025
En la vasta constelación del rock, hay bateristas que hacen historia y otros que se convierten en leyenda. Dave Grohl pertenece a una categoría aún más exclusiva: la de los que redefinen el instrumento. Aunque lleva décadas al frente de Foo Fighters como guitarrista y vocalista, nunca ha dejado de ser, en esencia, un baterista extraordinario. Su amor por la batería es tan evidente como su talento descomunal. Y es que Grohl no es un “buen baterista”, como algunos lo describen con modestia, es uno de los más grandes que ha existido.
Desde sus días en la escena hardcore de Washington D.C. con la banda punk Scream, Grohl demostró tener un pulso distinto. Su energía, precisión y potencia lo convirtieron en una figura magnética. Tanto así que cuando Nirvana lo fichó, la banda se transformó radicalmente. Hasta Kurt Cobain, notoriamente parco con los elogios, admitió que Grohl hizo que Nirvana sonara como una verdadera banda. Cuando Nirvana llegó a su fin, Grohl no solo cargaba con un legado, sino también con una responsabilidad: lo que viniera después tendría que estar, al menos, a la altura.
Y lo estuvo. El debut homónimo de Foo Fighters fue un proyecto solista en toda regla: Grohl grabó cada instrumento, cada pista, cada arreglo. Pero cuando llegó el momento de consolidar una banda real, tomó una decisión crucial: abandonar el trono de la batería para liderar con guitarra en mano. El asiento del baterista, su zona de confort, quedaba entonces libre, y maldita para quien osara ocuparlo.
El primer valiente fue William Goldsmith, exbaterista de Sunny Day Real Estate. Pero en The Colour and the Shape, segundo disco de los Foo Fighters, Grohl terminó regrabando todas las pistas de batería, insatisfecho con el resultado. Goldsmith fue despedido, y la búsqueda del baterista ideal comenzó. Fue entonces cuando apareció Taylor Hawkins.
EL ENCUENTRO DE DOS TITANES
Hawkins, que entonces tocaba con Alanis Morissette, parecía tener el trabajo perfecto. Pero cuando Grohl lo llamó, no lo dudó ni un segundo. “Siempre quise ser parte de una banda de rock, no solo un baterista de sesión”, dijo. Y aunque Goldsmith fue invitado a seguir en la banda como músico en vivo, Hawkins recibió de inmediato la membresía completa. No era una cuestión de técnica, Goldsmith era excelente, sino de química, presencia y ese intangible fuego interno que hace a los grandes verdaderamente grandes.
Lo que encontró Hawkins al llegar a los Foo Fighters fue una vara altísima. Tocarle a Grohl no es sencillo. Incluso con años en la banda, Hawkins admitía que canciones como “In Your Honor” o “Everlong” exigían todo su enfoque. En una entrevista con Modern Drummer en 2006, confesó que aún había temas que lo hacían sudar. Las exigencias no eran solo técnicas; se trataba de capturar el “feel” exacto, ese pulso que Grohl domina con maestría.
MÁS QUE UN BATERISTA
Pero lo que hizo que la muerte de Taylor Hawkins en 2022 fuera un golpe tan devastador no fue su habilidad con las baquetas, fue su corazón. Hawkins no solo se ganó el respeto de sus colegas, sino el cariño profundo de todos los que lo conocieron. Su carisma, humor y calidez lo convirtieron en el alma de los Foo Fighters, tanto como la batería era su motor.
Grohl lo dijo claro: hay miles de bateristas que podrían tocar con los Foo Fighters, pero nadie podría reemplazar a Hawkins. Porque el alma de una banda no se mide en BPM ni en rudimentos; se siente. Y Hawkins hacía sentir todo: el ritmo, la energía y, sobre todo, el amor por la música.
UN LEGADO COMPARTIDO
Dave Grohl y Taylor Hawkins fueron más que compañeros de banda. Fueron hermanos del ritmo, dos espíritus afines que encontraron en el otro un espejo y un impulso. Su historia es la de la evolución del rock, de la técnica al sentimiento, del virtuosismo al compañerismo.
En tiempos en que los algoritmos dictan lo que suena, recordar la humanidad detrás de la música es un acto de resistencia. Y si algo nos enseñan Grohl y Hawkins, es que el rock no se trata solo de tocar fuerte, sino de tocar con el alma.