Aunque muchos lo consideran el álbum más fracturado de la era clásica de la banda, “Ese Álbum “, sigue siendo un testimonio de la ambición sin límites de Corgan.

Texto por: @AvanzadaMx | Fecha: 04/06/2025
En el vasto archivo de la música alternativa de los noventa, pocos discos despiertan tanta fascinación y controversia como Machina/The Machines of God. Lanzado en el año 2000, el álbum marcó el principio del fin para la alineación clásica de Smashing Pumpkins, pero también fue el intento más ambicioso , y posiblemente más incomprendido, de Billy Corgan por cerrar un ciclo con un concepto musical y estético que, según él mismo, nunca llegó a completarse del todo.
“De todos los discos que hice, ese es el que siento que fue una moneda al aire para saber si debía o no haberse terminado”, confesó Corgan años después. Su percepción de Machina como una obra incompleta ,“como ver una película inconclusa”, resume el desconcierto que todavía rodea a este disco: una mezcla de grandilocuencia conceptual, conflictos internos y un sonido que oscilaba entre la distorsión eléctrica y el impulso electrónico.
MÁS ALLÁ DEL GRUNGE: CORGAN Y SU NECESIDAD DE REINVENCIÓN
Desde sus inicios con Gish, Smashing Pumpkins se posicionaron como una anomalía sonora. Aunque compartían con el grunge un espíritu alternativo, nunca encajaron del todo en la estética sombría de Seattle. Siamese Dream deslumbró con una producción barroca y emocionalmente cargada, y Mellon Collie and the Infinite Sadness fue una ópera rock generacional, comparable en ambición a The Wall de Pink Floyd.
Pero para Corgan, repetir fórmulas era sinónimo de estancamiento. Su siguiente paso, Adore (1998), incorporó atmósferas electrónicas y un tono introspectivo que tomó a muchos por sorpresa. Fue el disco que dividió a los fans, pero también el que demostró que Smashing Pumpkins no temían reinventarse, incluso a costa de su popularidad.
EL CONTEXTO ROTO DE MACHINA: SALIDAS, REGRESOS Y VISIONES INCONCLUSAS
En el momento de concebir Machina, la banda ya estaba fragmentada. Aunque Jimmy Chamberlin regresó a la batería tras su salida en 1996, la bajista D’arcy Wretzky abandonó el proyecto antes de que concluyera la grabación. La cohesión creativa del grupo pendía de un hilo, y eso se siente en el resultado final: un disco denso, oscuro y teatral, con momentos brillantes que luchan por integrarse en una narrativa coherente.
Corgan había concebido Machina como un álbum doble con una historia conceptual que exploraba la fama, la identidad y la transformación. Pero Virgin Records se negó a publicar el proyecto completo, lo que llevó a la banda a lanzar Machina II/The Friends & Enemies of Modern Music de manera independiente y gratuita a través de Internet. Aun así, el rompecabezas nunca se sintió realmente completo.
EL REGRESO PENDIENTE: ¿UNA SEGUNDA VIDA PARA MACHINA?
Con el paso de los años, Billy Corgan ha dejado claro que no ha abandonado la idea de cerrar el capítulo de Machina como siempre lo soñó. Una reedición definitiva, largamente prometida, podría reunir todas las piezas dispersas y revelar, al fin, esa obra total que vivía en su cabeza: una especie de visión apocalíptica con tintes de glam industrial, electrónica darkwave y guitarras de filo progresivo.
“Hasta que no haga la reedición, no puedo encontrar cuál es el componente que falta ni exorcizar el fantasma del álbum”, declaró Corgan, en lo que suena más a misión personal que a simple lanzamiento conmemorativo. Mientras tanto, los fans siguen especulando con playlists alternativas, rescatando lados B y soñando con la versión definitiva del disco.
LEGADO Y REDENCIÓN
Aunque muchos lo consideran el álbum más fracturado de la era clásica de la banda, Machina sigue siendo un testimonio de la ambición sin límites de Corgan. Es un disco que desafía la comodidad del oyente, que se niega a dar respuestas fáciles y que, precisamente por eso, ha crecido con el tiempo como una obra de culto. No es perfecto, pero quizás nunca tuvo que serlo.
En un mundo donde la nostalgia manda y las reediciones abundan, pocas resultan tan necesarias , o tan intrigantes, como la prometida restauración de Machina. Porque tal vez, en el eco distorsionado de esas canciones inconclusas, aún queda una verdad pendiente por revelarse. Y solo Billy Corgan sabe cuál es.