Como tantas otras adaptaciones de Disney, funciona como vehículo nostálgico para una nueva generación, pero difícilmente logrará sustituir el lugar de la original.

Texto por: @AvanzadaMx | Fecha: 22/05/2025
Desde que Disney inauguró su era de remakes en acción real, los fanáticos de las versiones animadas hemos sido testigos de adaptaciones que, en su intento por revitalizar clásicos entrañables, oscilan entre la reverencia y la reinvención. El turno ahora es para Lilo & Stitch, la entrañable historia del año 2002 sobre una niña hawaiana y un alienígena azul con tendencias autodestructivas que, en su caos, encuentra una nueva familia. Pero, ¿qué ocurre cuando esa magia original hecha en acuarela se traduce a un realismo CGI?.
Dirigida por Dean Fleischer Camp (Marcel the Shell With Shoes On), la nueva versión apuesta por la fidelidad. Tan fiel, de hecho, que en ocasiones roza lo conservador. El guion retoma casi línea por línea el texto original de Chris Sanders y Dean DeBlois, pero sin lograr recuperar la chispa anárquica que hizo que la cinta original destacara entre las producciones de Disney. Aunque se han añadido algunos elementos, como una secuencia extendida de surf y mayor protagonismo para la asistente social, la sensación general es que algo del alma traviesa de Lilo & Stitch se quedó en el pasado.
Uno de los grandes dilemas de esta adaptación radica en la apariencia de Stitch. Si bien el personaje sigue siendo animado en un entorno con actores reales, el nuevo diseño , más cercano a un koala de peluche que al híbrido extraterrestre chihuahua que recordábamos, genera cierta disonancia visual. La apuesta por el realismo digital, como ya ocurrió en The Little Mermaid, debilita el encanto estilizado del trazo original. El Stitch de 2002 era una figura caricaturesca, impredecible y entrañablemente salvaje. Aquí, aunque adorable, parece domesticado.
Sin embargo, no todo está perdido. La química entre Maia Kealoha (Lilo) y el Stitch CGI logra, en momentos clave, transmitir esa calidez emocional que convirtió el concepto de ohana en una lección universal sobre familia y pertenencia. A pesar de que Kealoha ofrece una interpretación más contenida que su predecesora animada, la dinámica funciona y arranca sonrisas. También destacan los papeles cómicos de Zach Galifianakis y Billy Magnussen como Jumba y Pleakley, ahora encarnados mayormente en forma humana, lo cual, si bien responde a estrategias de casting, añade un elemento burlesco que conecta con la tradición Disney de los “villanos torpes”.
El gran ausente, sin duda, es el estilo visual. La película original se caracterizaba por un inusual pero cautivador uso de acuarelas que evocaba la calidez del paisaje hawaiano. En contraste, el remake opta por una estética funcional, más cercana a una producción de Disney Channel que al universo cinematográfico de alto calibre que uno esperaría en este tipo de relanzamientos. Ese aire genérico le resta carácter a una historia que, precisamente, brillaba por su originalidad.
Lilo & Stitch versión 2025 no es un desastre, pero tampoco un clásico instantáneo. Es una película correctamente ejecutada que, si bien conserva el corazón de su antecesora, pierde parte de su espíritu rebelde y estético en el proceso. Como tantas otras adaptaciones live-action de Disney, funciona como vehículo nostálgico para una nueva generación, pero difícilmente logrará sustituir el lugar que la original ocupa en la memoria colectiva.