Gal Gadot, por su parte, se divierte en su papel de la Reina Malvada, exagerando cada gesto y cada mirada con una teatralidad digna de un musical de Broadway.

Texto por: @AvanzadaMx | Fecha: 20/03/2025
Disney lleva décadas apostando por las versiones live-action de sus clásicos animados, con resultados que van desde la magia nostálgica hasta la más absoluta indiferencia. Esta vez, el turno es para Blancanieves, una historia que en 1937 marcó un hito en la animación y que ahora regresa con una fórmula desgastada, una ejecución desigual y un sinfín de decisiones creativas cuestionables.
Desde el inicio, este remake parecía destinado a la polémica. La elección de Rachel Zegler como la icónica princesa y la modernización del relato con un tono más empoderado fueron recibidas con escepticismo por una audiencia dividida entre el deseo de innovación y el respeto a la tradición. El director Marc Webb (The Amazing Spider-Man) intenta seguir la estrategia de Kenneth Branagh con Cinderella (2015), dándole a su heroína más agencia y a su historia un matiz más político, pero el resultado es una narrativa que se siente forzada y poco orgánica.
Entre lo Clásico y lo Artificial
La gran virtud de Zegler es su presencia en pantalla y su destreza vocal. Sus interpretaciones de los clásicos temas, junto con nuevas composiciones de Pasek y Paul, aportan momentos de brillo en una película que, por lo demás, lucha por encontrar una identidad clara. Gal Gadot, por su parte, se divierte en su papel de la Reina Malvada, exagerando cada gesto y cada mirada con una teatralidad digna de un musical de Broadway. Sin embargo, todo ese entusiasmo se ve empañado por un problema mayor: la integración de los elementos digitales.
Si hay algo que condena a este Blancanieves es la presencia de los enanos generados por CGI, que no solo resultan artificiales, sino que rompen la coherencia visual de la película. En un intento por evitar controversias sobre representación, Disney termina ofreciendo una solución que se siente deshumanizada y desconectada de los actores de carne y hueso. Cada escena que los involucra se arrastra y desvía la atención de los momentos más logrados del film.
Un Espejo Que No Refleja Nada Nuevo
La película no escapa del síndrome de los remakes recientes de Disney: un miedo paralizante a desviarse demasiado del material original, combinado con la necesidad de justificar su existencia con cambios superficiales. En este caso, el príncipe ha sido eliminado en favor de un líder rebelde más afín a los tiempos modernos, pero el arco narrativo sigue dependiendo de los mismos tropos de siempre. Se suprimen elementos considerados anticuados, como Someday My Prince Will Come, pero se mantienen otros igualmente cuestionables, como el beso sin consentimiento.
Al final, lo que queda es una película que nunca termina de decidir qué quiere ser. Blancanieves es un híbrido entre la nostalgia y la modernidad, entre la animación y el realismo, entre lo mágico y lo insulso. Disney ha demostrado que puede reinventar sus clásicos con éxito (The Jungle Book, Cinderella), pero este intento deja la sensación de que, a veces, es mejor dejar los cuentos de hadas en el pasado.