Hetfield había dominado el arte de entregar himnos enérgicos, pero las pistas de “Reload” requerían que transmitiera emoción.

Texto por:   @AvanzadaMx  | Fecha: 17/09/2024

Aunque el metal estaba atravesando una fase de transición en los años 80, Metallica emergió como si siempre hubiera sido una presencia constante. Su mezcla de sonidos melódicos y agresivos atrajo incluso a los aficionados al rock más tradicional. Mientras algunas bandas buscaban revolucionar la escena con estéticas llamativas y sonidos estridentes, Metallica evolucionó de manera firme y decidida, demostrando que la riqueza de texturas y la profundidad lírica podían abrirse camino en el género.

 

 

Para el oído inexperto, el sonido de Metallica podría parecer limitado a círculos de rock duro o a personajes excéntricos como Eddie Munson de *Stranger Things*. Sin embargo, más allá de las percepciones superficiales del metal, su famoso grito de “¡Esto es música!” se convirtió en uno de los momentos más icónicos del programa. Este conectaba con una verdad que los fanáticos del hard rock siempre han comprendido: la lucha por justificar sus gustos musicales, cuando el verdadero poder de la música radica en que se explica por sí misma.

 

La intensidad de bandas como Metallica no es solo un truco. Su música realmente genera un inmenso caudal de densidad, y no solo en términos de sonido. La batería atronadora de Lars Ulrich contribuye a esto, al igual que la energía vocal cruda de James Hetfield. Su voz refleja una visceralidad que canaliza las luchas, la ira y la rebeldía que la banda enfrentó tanto en sus vidas personales como profesionales.

 

A diferencia de muchas bandas de metal que surgieron en la misma época, lo que Hetfield y Ulrich lograron con Metallica fue demostrar que refinarse con el tiempo no significaba perder autenticidad. En cambio, fue una transición hacia una autenticidad más profunda, donde su música mantenía tanto estilo como sustancia, siempre impregnada de energía rebelde. Hetfield, entre tatuarse con las cenizas de Lemmy y ser devoto de su gato, no podría ser más rock ‘n’ roll.

 

Pero incluso él enfrentó grandes desafíos. Su compromiso implacable de ser fiel a sí mismo le trajo más dificultades de las que hubiera imaginado, incluyendo la lucha constante por mantener una voz cautivadora capaz de evocar una amplia gama de emociones. *Reload* fue el reflejo perfecto de ese reto: un espacio donde hubo mayor profundidad, pero también imperfecciones que ofrecían valiosas lecciones.

 

*Reload* no fue tanto una respuesta a *Load* como una prueba de que Metallica nunca sería predecible. Con un sutil homenaje al metal clásico, pero con toques más eclécticos, el álbum se centra en las letras más que cualquier otro disco, lo que generó más presión sobre Hetfield para entregar voces matizadas. “No hubo nada en *Load* que no nos gustara”, comentó Hetfield a *Louder*, reflexionando sobre sus desafíos.

 

Al profundizar en las áreas que no funcionaron tan bien, explicó: “Tal vez algunas de las canciones de tempo medio, como ‘King Nothing’, son difíciles para mí a la hora de hacerlas emocionantes vocalmente. Me atraen más los extremos: lo rápido, lo pesado, lo desgarrador o lo tranquilo. Lo intermedio no me inspira tanto.”

 

Y eso tiene sentido. Cuando has perfeccionado algo con precisión, cualquier desviación puede sentirse como un cambio drástico. Hetfield había dominado el arte de entregar himnos enérgicos que resonaban con generaciones de fanáticos, pero las pistas más lentas y matizadas de *Reload* requerían que transmitiera emoción y profundidad con sutileza, en lugar de pura fuerza.