Aunque me agrada que el mundo esté descubriendo la música hecha en México, estos casos me generan un  problema por lo “inorgánico”, que resulta su ascenso.

Texto por:  @Sean  | Fecha: 23/05/2023

¿No les parece interesante el fenómeno de Peso Pluma? De ser una figura, tal vez no menor, pero lejana a ser el principal referente en ese género conocido como corridos tumbados y similares, pasó a ser una super estrella global en cuestión de… ¿Meses? ¿Semanas tal vez?

 

Y, ¿cómo olvidar hace algunos meses cuando Grupo Firme pasó de ser desconocido por el público no conocedor del género grupero a tocar en la Casa Blanca en un periodo de tiempo relativamente corto? O aquella vez que el tremendo Santa Fe Klan llevó sus rimas desde su natal Guanajuato hasta el EP Black Panther: Wakanda Forever Prologue, basado en la película del mismo nombre.

 

Sinceramente, aunque me agrada que el mundo por fin esté descubriendo la música hecha en México, estos casos me generan un poquitín de problema por lo “inorgánico”, por decirlo de alguna forma, que resulta su ascenso meteórico en popularidad. Quiero aclarar que esto no es porque su música me parezca mala, pues, sinceramente, no he escuchado una sola de sus canciones, en ninguno de los tres casos.

 

Mi comentario va más en el sentido de que, por lo menos dentro del país, es inevitable pensar que esto es resultado de lo que los medios masivos promueven para hacer popular, y no necesariamente en lo que se podría hacer popular por sí solo. En otras palabras, los medios una vez más promocionándole a la gente “el sabor del mes”, pues ya para el próximo habrá otra cosa de la cual hablar.

 

Es imposible negar que esto es parte de la industria musical desde el inicio de los tiempos. Casos como el de The Monkees en Estados Unidos, o todas las “recomendaciones” que daba Raúl Velasco en su programa Siempre en Domingo, en el caso mexicano, son las raíces de lo que estamos viendo con los ejemplos de Peso Pluma, Grupo Firme o Santa Fe Klan.

 

Sin embargo, a mi parecer, la velocidad de las redes sociales, así como también la facilidad de escuchar lo que quieras en cualquier momento con plataformas como Spotify, hacen que su magnitud e impacto sea aún mayor. Si antes las “recomendaciones” se daban una vez por semana, ahora todos los días a todas horas se comparte información sobre estas personas.

 

¿Realmente debo saber la escolaridad de Peso Pluma o si cuando estaba chavalillo jugó en las fuerzas básicas de las Chivas? ¿O me interesa saber si Eduin Caz, vocalista de Grupo Firme, y su esposa se están divorciando o si Santa Fe Klan y Karely Ruiz subieron fotos candentes a sus redes? Honestamente no podría importarme menos, y toda esta información se publica en sitios de deportes o de noticias, con enfoques completamente alejados de donde tradicionalmente se consumía este tipo de contenido.

 

Creo que la peor de las consecuencias es justo para los artistas, pues, si bien alcanzan su punto máximo de popularidad muy rápido, igual de rápido pueden dejar de serlo. El riesgo de la sobreexposición es real, y puede causar que su impacto cultural desaparezca al momento en el que surja algo nuevo… un nuevo sabor del mes.

 

O tal vez estoy viejo y ya no sé qué es lo que le gusta a la chaviza.